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El remordimiento y los escrúpulos fuero callados – Había que realizar el trabajo- se dijo a si mismo J, y sin más subió al transporte con la letal carga en su mochila. Una mirada férrea se apodero de su pálido rostro.

Durante el viaje había recordado su vida en la prepa, los amigos, los problemas y las jergas que había pasad. Todo se veía tan lejano desde el momento que recibió aquella terrible visita, todo cambio cuando se vio amenazado de muerte por aquel amenazado grupo, cuando aquel sujeto de voz pausada y mirada asertiva le dijo: -O tú familia lo va a lamentar- todo cambio cuando le ofrecían a cambio protección y una aquella fuerte suma.

Momentos antes, mientras caminaba hacia, veía a los muchachos con sus útiles caminar lentos a sus escuelas, el puesto de tamales que humeaba sombrío en la madrugada, e incluso algunas señoras que alegres lo saludaban mientras llevaban sus botes para ir por la leche. Su corazón se desquebrajaba paso a paso.

Pero ahora, al bajar de la combi, estaba totalmente decidido.

-¿Por qué yo?- Era la pregunta que le había calado la mente la noche anterior.

Un paso, dos, tres. – Hola – Le dijo Carlos. J paso de largo con un semblante frio mientras cruzaba la puerta ante la mirada desconcertada de su amigo.

El día nublado hacia el perfecto background a la condición de J. Un grupo de chicas tomadas del brazo reía dotando de jovialidad a la universidad. Todo era calma.

La hora había llegado. Las instrucciones estaban perfectamente escritas en la mente de J, como si se tratara de un monolito. Con movimientos torpes se puso la mascarilla antigás y los guantes para manejar el mortal recipiente cromado. Nadie lo vería detrás de la obra negra que se convertiría en los nuevos laboratorios de la escuela, especialmente a esa hora, además los trabajadores no irían ese día.

-Solo queda accionar el mecanismo- La idea de la catástrofe se apodero de su mente

-Bueno, es la hora- y con temblor en sus dedos empezó a digitar el password… 5…3…9…1…